La operación del comando de elite estadounidense que acabó con la muerte del líder de Al Qaeda, Osama bin Laden, en una mansión en Pakistán se llevó a cabo con una gran precisión y una espectacularidad digna de un guión de Hollywood.
El pistoletazo de salida se recibió el viernes por la mañana, cuando el presidente de EE.UU., Barack Obama, firmó antes de emprender un viaje a Alabama la autorización para que un pequeño grupo de soldados de la Fuerza de Operaciones Especiales de la Marina (SEALS) intentara capturar a Bin Laden, vivo o muerto, según han explicado diversos altos cargos de la Administración.
Seis meses antes, la CIA había conseguido localizar al emisario de confianza de Bin Laden, de quien hasta entonces se desconocía hasta el nombre y del que se sospechaba que se ocultaba junto a su jefe.
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